Quien se atreva a agonizar 
por dos monedas,
que trepe al árbol fino de 
la cáscara dorada.
Entonces comerá los dulces frutos,
la carne de las ninfas, las 
bellotas.
Será hermoso. Será el 
rey.
Fuera de 
los templos de las flores.
En el barro.
Sufrirá el frío y el dolor.
Nada demasiado grave.
De noche, tal vez sueñe y 
se atormente
como un dios
que hubiera imaginado las manzanas
y los ojos en
la voz de la serpiente
por el simple hecho
de crear
palabras y pecados.
Silvia Rodríguez Ares
25/9/2013
Foto: © Lukas Sowada
 
 
 
 
 

 
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