y no saber hablar.
Que todo sea un rumor
de piedras desgastadas,
un quejido aletargado
que se duerme en una rama.
Un desvanecerse
frente a cada umbral.
Y no poder entrar.
Y no grabar un nombre
en las esferas
ni marcar las huellas
en el medio del camino,
ni siquiera un epitafio
para descansar en paz.
Y dejar como legado,
solamente,
versos que dispersa el aire.
Por no saber hablar.
Silvia Rodríguez Ares
2/3/2011