Miel de almendras en tu cuerpo.
Me acercaba, inverosímil, yo,
zumbido de una abeja blanca.
Vos soñabas la dulzura
que emanaba tu corteza.
Y no supiste cuándo, con qué boca,
devoré tu carne
y rasgué tu sueño con mis uñas de algodón.
Silvia R. Ares
7/4/2013