El grillo cruel que miente en los jardines de la tarde
ya se ha ido.
No hay música que extienda el aire como un pliego
ni dulzor que alivie la verdad del junco breve.
Cierro la ventana cuando un ave migratoria,
agazapada entre mis hombros, me convierte en un peldaño.
En un rincón, ovillo noches como ésta.
Luego tejo los diamantes de mi próximo jardín.
Silvia R. Ares
15/4/2013