con los ojos llenos de raíces.
Cuestionamos cada hoja
que nos tapa la visión.
Buscamos a tientas
antiguos fulgores que en las manos
fueron oro
con la piel quemada
que roza una brizna de heno
en vuelo hacia el poniente
y crepita de ansiedad.
Silvia Rodríguez Ares
16/3/2011