era una llama
que reinaba indiferente
y encendí mi tea
para enaltecer
el brillo de la Luna.
El viento -agazapado
por mi brazo-
me enseñó que
nadie sabe
lo que el fuego piensa
hasta que se extiende
sobre un crucifijo de madera
y lo hace temblar.
Silvia Rodríguez Ares
17/2/2011
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