Tiesa,
como estatua.
Blandiendo el corazón
a los paseantes
que no ven mi llaga.
No sé gritar, no sé reír.
Tampoco me crecieron lágrimas.
¿Cómo hacer que el cielo
gire?
Un instante, solamente.
Que se incline en esta roca
y que me mire, hasta oír mi nombre.
Silvia R. Ares
19/4/2013
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