En otoño nos juntamos
en bandadas de palomas solitarias.
Coincidimos en la plaza de algún barrio,
picoteamos el maíz que nos regalan
y el gastado resplandor de un sol perruno.
Bebemos el azul del agua turbia,
y luego no sabemos si mirarnos en la fuente
o arrancar de nuestros ojos el deseo.
Silvia R. Ares
16/4/2013
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