los perfumes quedarían en el aire
sin que yo los emanara
nunca
y los roces sin mi cara.
Y cuánta extenuación del goce
sin vibrar en la frecuencia
exacta,
cuánto cáliz sin sudor
ni transparencia,
cuánta pálida pasión
por dos monedas en la fuente,
siempre el "no" en cada mirada.
Y ahora, amor,
digo palabras sueltas
con las manos hacia el cielo
y las recibe Dios.
Silvia Rodríguez Ares
19/3/2011
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