como fin de las palabras,
y la mano que persiste en la escritura
trasegando los renglones con pretextos
para no atacar de lleno
-el golpe debería ser certero-
y que la lira caiga desde el cénit
desplegando su lamento
y el poeta aferre el único trofeo
que la vida prometió.
Silvia Rodríguez Ares
28/2/2011
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